Las mejores películas de Pedro Almodóvar

Pedro Almodóvar es sin duda uno de los direcdtores más célebres de nuestro cine, que ha elevado al cine español a niveles inespaerados, su filmografís diferente, con personajes únicos, siendo uno de los cineastas en cuya filmografía abundan los roles femeninos fuertes, con garra y personalidad. Aquí te traemos u listado de las que consideramos, son sus mejores películas:

1. Todo sobre mi madre (1999)

La película que supone un antes y un después en la almofilmografía, además de conseguir su primer óscar, enamoró a crítica y público por todo el mundo. Sin embargo a nosotros no nos sentó demasiado bien que nos quisiesen emocionar tan a la fuerza, con tanta tragedia y tanto llanto. En cualquier caso, el alegato por la diversidad no tenía precio, y a nadie se le ocurrió chistar ante nuevos modelos familiares como el de la monja con SIDA enamorada de un hombre con tetas que parecía el Conde Drácula.

2. Los amantes pasajeros (2013)

¿Sugiere Almodóvar que no hay otra manera de resolver el problema español que encerrarnos todos juntos y tomarnos una buena dosis de alucinógenos? Fumemos la pipa de la paz, parece decirnos la película. Tres ángeles de la guarda übermaricas ofician la ceremonia y hacen una reivindicación de la pluma, la conversación, la catarsis y el placer como hechizos sanadores. Nunca olvidaremos las imágenes del aeropuerto fantasma de Ciudad Real, del que tanto habíamos escuchado hablar, con su interior sin estrenar.

3. Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980)

Qué lejanos parecen ya aquellos años, cuando se podía rodar y estrenar una película en la que un policía fascista reconquista a su esposa masoca pegándole una paliza en mitad de la calle. Almodóvar ya andaba preocupado por el fantasma del pasado agazapado en casa del vecino a la espera de tiempos mejores para resucitar. Lo de Alaska meando a la señora no era para tanto, según estamos en condiciones de sopesar a día de hoy.

4. Laberinto de pasiones (1982)

Una mujer deambula por el Rastro avistando entrepiernas masculinas. Con la llegada de la democracia la mujer es depredadora, el hombre la base de la pirámide sexual y Madrid la ciudad más divertida del mundo, el lugar donde todo confluye ante la mirada atónita de la pobre gente normal. Parece tratarse de un arrebato de ironía más que de un reflejo de la realidad, y, efectivamente, la psicoanalista lacaniana obesa y ludópata Susana Díaz nos da una explicación al final: era todo un delirio consecuencia de un trauma infantil. Ni Antonio Banderas, ni Helga Liné, ni Imanol Arias, ni Cecilia Roth, ni Marta Fernández Muro, ni Luis Ciges; la estrella absoluta de la película era Fabio McNamara posando para una fotonovela de terror donde la masacraban con un taladro.

5. Volver (2006)

Volver no le sentaban demasiado bien la ciudad ni la falta de suciedad, pero si ha perdido usted a algún ser querido se hará cargo de lo que sería encontrárselo resucitado un buen día debajo de la cama. Esta historia se basta por sí sola para convertirnos en niños temblorosos que cruzan a oscuras el pasillo para meterse en la cama con su madre. Que levante la mano el que no le hubiese dado un abrazo bien largo a esta película el día que la vio. Almodóvar y Carmen Maura volvían a trabajar juntos después de casi 20 años de hostilidades. En Hollywood esto habría dado para varios libros y un telefilme.

6. Julieta (2016)

Además de tratar sobre la culpa y la fatalidad, Julieta se ocupa de los peligros de la paternidad, esa imprudencia tan grande y sin embargo tan común. La micropelícula protagonizada por Susi Sánchez, la madre enferma de alzheimer, es sobrecogedora y bien vale un Óscar ella solita. Julieta es una película que avanza a machetazos, confiando en que el espectador está familiarizado con el dolor e inoculando en su interior la idea de que hay algo hermoso en ese dolorJulieta es como un beso de amor que te dan mientras duermes.

7. Carne trémula (1997)

Los hijos de la España cavernícola pagan por los pecados de sus padres en esta historia de fatalidad repleta de pistolas con una femme fatale pusilánime y otra flamenca con síndrome de Yocasta, ambas al servicio de la testosterona como semilla y motor de la violencia. Tal vez sea la denuncia de este parentesco entre masculinidad desmesurada y homoerotismo la explicación de que los señores más rabiosamente heterosexuales que usted conoce sufran de urticaria y sudores fríos ante la sola idea de tener que ver una película de Almodóvar. Empieza y acaba con dos villancicos separados por 30 años que querían dar un mensaje de esperanza; pero lo cierto es que al final, como contaba la película, la Avenida Príncipe de Asturias acabó devorando el barrio de la Ventilla.

6. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984)

Mientras el cine español sobre basura blanca, muy de moda en aquellos años, se quedaba en el atraco a la caja de ahorros, el polvo contra la tapia, el trapicheo y el padre guardia civil, Almodóvar recolocaba el punto de vista e iba mucho más allá, observando a las víctimas desde el interior de los electrodomésticos y los escaparates. La historia de esta desgraciada ama de casa adicta a las anfetaminas que vendía a su hijo y mataba a su marido en homenaje a Roald Dahl abrió las fronteras para el director, que comenzó a cosechar piropos fuera de España. Con ella, Almodóvar descubría el filón de su origen rural y su condición de inmigrante en la gran ciudad. Siempre ha sido una de las películas más prestigiosas de su filmografía y construye protoelementos almodovarianos esenciales como la apertura de mente de la clase baja.

7. Hable con ella (2002)

Media España puso un mohín de disgusto al verla, pero el éxito morrocotudo de esta película más allá de nuestras fronteras sugiere una posibilidad que nos produce sudores fríos: que las películas de Almodóvar sean mejores de lo que nos creemosLa premisa era muy atrevida: la historia de amor de un enfermero loco por una mujer en coma. La guinda de la película era El amante menguante, un cortometraje mudo en blanco y negro que servía para contar lo que para unos era una violación y para otros un acto de amor milagroso.

8. Dolor y gloria (2019)

Dolor y gloria es un hechizo autobalsámico: Almodóvar crea personajes a partir de su reflejo, y les otorga la bendición del reencuentro trascendental. Como en «Cuento de Navidad», diversos fantasmas visitan a un director de cine averiado y traen para él catarsis, enmienda y desahogo. Es como acudir al gabinete de una pitonisa para tener de una vez por todas la conversación que debió ser pero nunca fue. Es bonito cómo un pequeño encuentro desencadena otro mayor, que da lugar a un chino de heroína que invoca al fantasma de la madre… Así hasta culminar en una claqueta sanadora. De todas las apariciones la más poética y sintética es el flan de huevo que se materializa sobre la mesa de la cocina en una de las noches de pesadilla del protagonista. En mi corazón, D&G se titula «Se aparece un flan».

9. La piel que habito (2011)

La ciencia ficción es desde hace décadas un santuario para los pioneros que exploran las fronteras de la identidad de género. A Almodóvar, siempre al sopesque, esto le viene de perlas. Antonio Banderas era un mad doctor de raíces telenovelescas devorado por su propia sed de venganza que acababa formando una familia con el violador de su hija cambiado de sexo y transformado en su difunta mujer resucitada.
De nuevo confesiones, varias violaciones, contrastes entre herencias fatales, y destinos desiguales para hermanos distintos. Si está usted pensando en hacerse la cirugía estética pero no lo tiene muy claro, tal vez debería echarle un vistazo.

10. Kika (1993)

Precedida por una crítica desfavorable desde su nacimiento, Kika contaba de manera algo difusa la lucha del bien contra el mal. El bien estaba representado por la incontinencia verbal y amorosa, la pelirrojez y el optimismo; el mal, por una intrépida reportera ciborg sin escrúpulos. Andrea Caracortada es una especie de incursión almodovariana en la ciencia-ficción, y su programa de televisión, Lo peor del díaun augurio grotesco en el que cada crimen y cada acto íntimo tenía lugar ante las cámaras omnipresentes de Caracortada patrocinados por una marca de leche. Así empezaba la fascinación mórbida de Almodóvar por el reality show como espejo inmundo de nuestra degradación moral que tantas profecías cumplidas nos ha traído. La asistenta lesbiana que quería ser jefa de prisiones y su reivindicación del bigote como patrimonio femenino, así como el atrevimiento de hacer comedia situando una violación en el camarote de los hermanos Marx, son oro puro.

11. Los abrazos rotos (2009)

Nos cuenta Galdós que cuando se estrenó El sí de las niñas en la corte de Carlos IV estaban todos los entendidos deseandito ir a verla y que no les gustase nada para así poder poner a la obra y a Moratín como hoja de perejil. Todo ha cambiado mucho desde entonces pero el fenómeno aún se repite, especialmente ante cada almoestreno. Los abrazos rotos lo puso a huevo con sus dos historias cruzadas de interés y calidad desigual, y la peli se llevó un buen revolcón. A nosotros nos parece muy injusto, al menos con una de las dos historias, la de amor y tragedia, que es bella y elegante como una pantera negra. Además, lo que son las cosas, incluía un homenaje a Galdós con Penélope Cruz como Tristana. Y como la peli era un poco larga daba tiempo también para ** la España del pelotazo, la compra de esposas, las listas de espera en sanidad y los hijos traumatizados.

12. Matador (1986)

Pasados los años, esta fantasía de serie be ibérica, romántica y fetichista que siempre fue el hijo tonto de Almodóvar resulta de una ingenuidad que pasma y florece como rareza. Puede leerse como retrato freudiano de una España enferma que seduce y devora a sus jóvenes para perpetuarse, advierte una vez más sobre las consecuencias de tener una madre dominante, contiene a la mejor Chus Lampreave y explica el toreo y la violación como métodos para escapar del Opus Dei.

13. La flor de mi secreto (1995)

Esta pequeña película sobre la crisis que iba a ser protagonizada por Ana Belén desconcertó desde el crepúsculo del felipismo. Una escritora de novela rosa cansada de complacer a sus lectores y jugar a las casitas se vuelve medio loca cuando su marido la abandona, y en lugar de irse a rehab se vuelve al pueblo con su madre y las vecinas. La pareja cómica neorrealista formada por Chus Lampreave y Rossy de Palma, madre e hija batallando en la cocina, forma ya parte de la cultura de este país.

14. Tacones lejanos (1991)

La historia de Becky del Páramo, gran dama de la canción que prefirió ser mujer a ser madre, y la de su hija eclipsada y desquiciada es tan emocionante hoy como lo fue en su día. Becky volvía para morir en el lugar que la vio nacer y de paso se acostaba con el marido de su hija; ésta lo mataba en un arrebato de celos y Becky se autoinculpaba desde el lecho de muerte para salvarla de la cárcel. Victoria Abril clavó el trabajo de su vida interpretando a Rebeca, la niña asesina que se cargaba a todos los hombres que se interponían entre su madre y ella. La secuencia en la que una locutora da por televisión la noticia de la muerte de su marido y aprovecha la ocasión para confesar que fue ella quien lo mató es digna de figurar en todas las antologías.

15. Entre tinieblas (1983)

Aquel director de cine tan guarro e irreverente que hacía las películas más modernas de la nueva España dio un quiebro de cintura y se dejó caer de repente con una película de monjas. A día de hoy, 32 años y 16 películas después, aquella madre superiora de Julieta Serrano, mujeriega, manipuladora y narcotraficante, sigue siendo uno de los personajes más ricos que ha escrito Almodóvar, y el convento de las Redentoras Humilladas, utopía feminista cristiana pop, cuyos muros se caían a pedazos bajo el peso de los secretos que guardaban, sigue haciendo su magia mejor aún que el primer día.

16. La mala educación (2004)

La mala educación es crónica negra al más puro estilo Comunidad Valenciana, con una estructura endiablada en la que los personajes se reflejan, se multiplican y se cuentan la misma historia unos a otros. La femme fatale es un actor cegado de ambición capaz de todo por lograr su objetivo. El resultado es demasiado sofisticado para la primera vez, pero si no la ha vuelto a ver hágase el favor de darle una segunda oportunidad. Siendo mal pensados podríamos interpretar la película como una confesión del terror que pudiera inspirar a Almodóvar el asedio de los actores, aunque es mucho más sencillo extraer una glorificación del noble y milenario arte de contar historias y un nuevo intento de advertirnos de que el pasado no está muerto y nos cruzamos con él todos los días por la calle.

17. ¡Átame! (1990)

La película de amor de Almodóvar comienza con un secuestro y narra una conquista a hostia limpia. Nadie en su sano juicio se habría atrevido a hacerla hoy en día. El idilio dejaba paso las raíces y a la alianza femenina como núcleo indestructible de la familia. El amor se consumaba en una escena de cama tan lograda que cuenta la leyenda que en pleno rodaje Antonio Banderas tuvo una erección, Victoria Abril decidió aprovecharla y Pedro Almodóvar tuvo el acierto de no decir corten.

18. Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988)

Cuando estaba encasillado como un director de cine para gentes de mal vivir, Almodóvar nos hizo explotar la cabeza con una elegante comedia para todos los públicos que mostraba una España competente, elegante, amable, luminosa, poblada por abogadas feministas, modelos postmodernas, y ese tipo de gente que coge vuelos a Estocolmo y necesita permanentemente hacer una llamada. Hasta el fantasma del pasado tenía un aspecto amable y pop: aquella loca que cabalgaba una harley con su peluca al viento y dos pistolas en el bolso, decidida a matar al padre de su hijo. Mujeres… es una película perfecta con una Carmen Maura también perfecta cuyo único problema es que nos la sabemos de memoria. Si usted no se la sabe de memoria está de suerte; siéntese a verla y goce.

19. La ley del deseo (1987)

También nos la sabemos de memoria, así que es complicado averiguar cómo asimilaría un espectador de hoy en día este animal urbano salvaje hijo de Hitchcock y Fassbinder. Amor fraterno, amor de calentura y perdición en un Madrid veraniego nocturno por el que sentimos una nostalgia rabiosa incluso los que jamás vivimos en él. La historia tiene algo de sagrado, de cosa seria, de palabras mayores. Naturalmente, la cosa acababa en martirio y en película de culto.

20 . La piel que habito (2011)

Desde que su mujer sufrió quemaduras en todo el cuerpo a raíz de un accidente de coche, el doctor Robert Ledgard, eminente cirujano plástico, ha dedicado años de estudio y experimentación a la elaboración de una nueva piel con la que hubiera podido salvarla; se trata de una piel sensible a las caricias, pero que funciona como una auténtica coraza contra toda clase de agresiones, tanto externas como internas. Para poner en práctica este hallazgo revolucionario es preciso carecer de escrúpulos, y Ledgard no los tiene. Pero, además, necesita una cobaya humana y un cómplice. Marilia, la mujer que lo cuidó desde niño, es de una fidelidad perruna: nunca le fallará. El problema será encontrar la cobaya humana.

21. Madres paralelas (2021)

Dos mujeres coinciden en una habitación de hospital donde van a dar a luz. Ambas están solteras y se quedaron embarazadas por accidente. Janis, de mediana edad, no se arrepiente y está exultante. La otra, Ana, una adolescente, está asustada, arrepentida y traumatizada. Janis intenta animarla mientras pasean por los pasillos del hospital. Las pocas palabras que intercambien en esas horas crearán un vínculo muy estrecho entre las dos, que por casualidad se desarrolla y se complica, afectando a sus vidas de forma decisiva.

22. Dolor y gloria

Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine, y el vacío, el inconmensurable vacío ante la imposibilidad de seguir rodando. «Dolor y Gloria» habla de la creación, de la dificultad de separarla de la propia vida y de las pasiones que le dan sentido y esperanza. En la recuperación de su pasado, Salvador encuentra la necesidad urgente de volver a escribir.

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